Nuestros pueblos se van quedando vacíos - Editorial de Juan Luis Cano
Nuestros pueblos, poco a poco, se van llenando de ecos del pasado, se van quedando vacíos, porque las gentes que henchían de vida sus calles, sus casas, sus comercios, sus entornos, sus paisajes… se han ido marchando a buscar otras posibilidades, por ahí. Sus pueblos, sus calles, sus casas, sus comercios, sus entornos, sus paisajes, ya no les podían ofrecer más que escasez y apuros y ante tal panorama han preferido alejarse de ellos. De los 8.125 pueblos que tenemos en España 4.955 tienen ya menos de 1000 habitantes y como algunas de las especies de nuestra fauna ibérica, también están en peligro de extinción. No parece que las medidas que puedan estar llevando a cabo las distintas administraciones del país estén dando sus frutos, porque no han conseguido que se frene la diáspora. La falta de trabajo, lo precario de las condiciones de vida y la rentabilidad del sector agrícola o ganadero a pequeña escala, están siendo la verdadera senda que siguen quienes abandonan el mundo rural.
Desgraciadamente, no sólo hemos de ver esta situación desde los ojos de la nostalgia, sino que, aunque menos prosaico, deberíamos calibrar cuál es el efecto que en el futuro de un país puede llegar a significar que la vida en los pueblos desaparezca. Las actividades humanas tradicionales del mundo rural han sido sostenibles, están muy ligadas a la naturaleza y a sus leyes y son de vital importancia para su conservación. La naturaleza impregna la cultura rural. Tenemos nuestras raíces ancladas a la naturaleza por mucho que con la tecnología pretendamos independizarnos de ella y son una fuente de riqueza necesaria. El impacto que puede llegar a tener en el estado del bienestar y en las pensiones esta despoblación en España puede ser demoledor. La gente de los pueblos se nos hacen mayores y la mayoría de los jóvenes que aún habitan en ellos tiene la vista puesta en otros horizontes. Hemos de ser conscientes de que este abandono nos pasará una factura muy elevada.
Una idea: Cerramos nuestras fronteras a los que vienen buscando un futuro y preferimos que las casas de nuestros pueblos de queden vacías, los campos yermos y dejamos que lo rústico se vaya transformando en una entelequia, en vez de plantearnos repoblar estas zonas con tantos y tantos desheredados que sueñan con llegar a algún sitio seguro. Ya sé que no es fácil, ya sé que es casi una utopía, que no se puede garantizar que quien llegue permanezca, y que nadie puede certificar que las familias que llegaran a instalarse en estos pueblos vayan a quedarse allí y no vayan a huir a las ciudades a la mínima de cambio, pero para eso están ustedes, señores políticos, para buscar solución a los problemas y no para ser ustedes el problema al que hay que buscar solución. Que alguien le dé una vuelta a esa posibilidad.